La vida nos lleva, nos arrastra... y no nos damos cuenta de la necesidad que tenemos de estar a solas con nosotros mismo.
Y después de mucho tiempo, el pasado viernes tuve la oportunidad de ir a la playa junto a dos de mis hijos a disfrutar de la tarde. Ellos íban a surfear y yo a pasear por la orilla del mar.
En cuanto ellos se metieron en el mar y ya estaban inmersos en el disfrute de las olas, puse la
Novena de Mahler y comencé a pasear, cómo lo solía hacer cuando tenía veintipocos años. Fue como si de golpe me hubiera encontrado conmigo mismo. Una experiencia increíble. En ese mismo instante miré al mar y allí estaban los hijos, sonriendo, disfrutando... el pasado y el presente al mismo tiempo...
Seguí paseando, y la luz comenzó a cambiar, se acercaba el anochecer y Ondarraitz se preparaba para recibirlo.
Entraban y salían los surfistas, otras personas paseaban por la orilla, otras por el paseo marítimo... la atmosfera era de tranquilidad, de paz.
Y en un momento, la belleza de la Naturaleza sonrió a todos aquellos que estábamos disfrutando de la tarde. No pude evitar sonreír con dulzura, agradeciendo aquel instante lleno de belleza, de "magia"...
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