Cuando aparece un nuevo objetivo por la puerta de nuestro hogar, la paz doméstica se tambalea: "¡has vuelto a hacerlo!"
Los reproches caen en cascada: con lo mala que está la cosa... si ya tienes mil, para qué quieres más... total, para las fotos que haces, te bastaría y sobraría con una compacta... como, encima, tenga hongos... ya puestos, podrías comprarlo nuevo... todo esto es una excusa para estar todo el día fuera de casa, con tu cámara...
Entonces, una echa mano de la imaginación y pergeña todo tipo de excusas más o menos válidas. He aquí algunas de las mías:
- mujer, tómatelo como una inversión, me ha costado barato, luego lo vendo a su precio real y encima, con lo que saque podemos ir a cenar (guiño);
- ¿y lo bonito que es? Mira cómo reluce... (alzándolo hacia la luz);
- es el último de la colección, sólo me faltaba un angular extremo (o un tele, o un macro...), mañana dejo de comprar más trastos, te lo juro;
- bueno, ¿y tú? ¿No te gastas tú el dinero en potingues y trapitos?
- yo hago lo que me da la gana, que para eso soy el hombre.
¿Y vosotros? ¿De qué argumento (por regla general, falaz) echáis mano para apaciguar a la parienta?
(Por cierto, para que no se me tilde de lo que no soy, la parienta es... la mala conciencia).