La miro una y otra vez y no dejo de sentir emociones extrañas y poco frecuentes en mí.
La niebla, la ciudad mirando al mar, el último pedazo de tierra bajo los últimos rayos del sol del último verano.
Me siento como un observador extranjero que no sabe si aterrizar en esa ciudad, en busca de nuevos horizontes y en busca de una nueva vida, dejando atrás, en el olvido, quién sabe qué clase de oscuros pensamientos que han de ser enterrados.
Una imagen maravillosa.