Este tema de la limpieza de espirales tiene lo suyo. Especialmente para los que mantenemos la película en la espiral durante el tiempo en el humectante o el estabilizador. En el tiempo que llevo revelando mis espirales siempre han estado perfectas. El truco es simple, no dejarlas secar nunca sin lavar después de terminado un proceso.
Por mi parte, lo que hago, una vez cuelgo la película para secar, es lavarlas con agua caliente a chorro. Después les doy una pasada con el cepillo de dientes y las dejo dentro de un cubo con agua caliente. Cuando tengo un momento, las saco de ahi, les doy otra pasada con agua caliente a chorro, las limpio minuciosamente en todos sus recovecos y siguiendo la carrilera de la película con el cepillo de dientes, otro baño de aclarado y a secar.
Puede que os parezca demasiado minucioso, en cambio, mientras limpias puedes notar como resbalan las yemas con los restos del estabilizador. Con dos pasadas de cepillo quedan finas y el darles un par de horas de remojo es lo que permite que los restos de estabilizador se vayan del todo con el último lavado. Las que vienen de procesos de blanco y negro no requieren tanto trabajo, la verdad.
Aún así, como truco habitual para cargar nueva película sin problemas, las caliento un poco con un secador de pelo. De este modo la película cuela con mayor facilidad y el calor se disipa tan pronto las metes al tanque de manera que no afecta en el revelado -al menos si la temperatura ambiente no pasa de 21 ºC. De momento no he probado las de metal, me siento cómodo en la oscuridad del cuarto oscuro, pero las espirales de metal me dan la impresión de que es fácil apretar dos vueltas de película en un mismo tramo de espiral. Sé que esto es mera aprensión, pero de momento voy bien con las de plástico. Curiosamente los aficionados norte-americanos usan preferentemente espirales de metal que son, sin duda, más fáciles de limpiar y que no presentan el problema de que se pueda atascar la película al cargarlas de nuevo.