de ducados. Le dijo Gonzálo Fernández de Córdoba a Fernando el Católico en 1506. Tras la muerte de Isabel en 1504, valedora del Gran Capitán, los envidiosos de la corte (¿les suena?) le "soplaron" al rey que la guerra de Italia estaba siendo muy cara por los despilfárros que había. El rey, que, como ahora, estaba tieso como la mojama, lo mandó a llamar para que le rindiera cuentas y él, en un alarde de arrogancia, según la leyenda, herido en su sensibilidad al ver que no se le valoraba adecuadamente que había conquistado un reino entero para la corona, soltó esa frase lapidaria que ha quedado como ejemplo de cómo se puede ridiculizar a alguien que no sabe quedar bien en su lugar. Si lo de las duras herramientas fue gordo más me parece cuando dijo: "en guantes perfumados para que los soldados no huelan el hedor de la batalla, 200 millones." ¡Toma del frasco, Carrasco!
Hoy también nos hacen esas trágalas más de uno.
En fin, en su ciudad se le levantó el oportuno monumento en la Plaza de las Tendillas, otro rincón de obligada visita en Córdoba.