¡Coño, qué casualidad!
El domingo pasado en la playa me di cuenta de algo curioso cuando ya me iba. Nos habíamos sentado entre tres adictos a los crucigramas, que venían cada uno por su lado (no se conocían de nada). Una era una buenorra que primero estaba leyendo una novela de las de casi 1000 páginas, por eso me fijé, que si no... Otro era un padre de familia que se turnaba con la madre en la vigilancia de los niños y compartían crucigramas
. Y otro un abuelo de los de antes, llegar plantar la sombrilla, abrir la silla, quitarse la camiseta y sentarse todo el día.
A mi los crucigramas nunca me han atraído y nunca se me dieron bien.
Salud.