La visita a Timanfaya nos abrió el apetito de senderos. Aprovechamos para preguntar a los guías por excursiones que bordearan el parque -por la prohibición de caminar por el interior- y acabamos realizando una excursión de unas 4 horas hasta la cima del cráter de Caldera Blanca. El premio por la ascensión fue una primero una vista sobre el interior del cráter hacia el norte, y una vista única del parque de Timanfaya hacia el sur.
Para descansar de la caminata nos acercamos a las playas de Famara, donde nos encontramos mucho viento y un peculiar panorama. Además de la bandera roja en la playa.
Al día siguiente nos fuimos al único sendero que recorre el parque y que se puede recorrer libremente, el de la costa. Sólo hicimos una parte, unas dos horas de camino, pues el total es superior a los 6 + 6 km (ida y vuelta) caminando sobre un lecho de rocas como se ve en las fotos.
En este lugar vimos como los acantilados eran golpeados salvajemente por un océano muy salvaje. Nada de baño aquí tampoco. Sólo vistas y fotos.
Nuevamente necesitabamos descanso. Nos acercamos al sur, a Playa Blanca, y a las playas de Papagayo, las mejores de la isla según me habían dicho. Resultó que no sólo eran las mejores para el baño, sino también para la fotografía.
Volviendo ya al hotel después del largo día, saqué un par de instantaneas con el sol poniéndose, la primera desde Femés y la segunda desde el hotel, en Costa Teguise.
El día siguiente lo pasamos en la isla de La Graciosa. La habeis visto desde el Mirador del Rio en un foto anterior.
Es una isla pequeña. Recorrimos la mitad en unas cuatro horas. Sólo tiene dos núcleos de población -Caleta de Sebo y Pedro Barba- y las calles de estos no están asfaltadas. El Land Rover es el coche estrella allí. Se llega en barco desde Órzola en unos 20 minutos.
Os dejo unas tomas de la playa de la Cocina y la Montaña Amarilla, lo que más nos gustó de La Graciosa. Esa playa es una pequeña joya. Queda a 50 minutos a pie de Caleta de Sebo, por lo que hay poca gente, que se queda en playas más cercanas, y es tranquila -sin viento ni olas-, y con unas aguas cristalinas como pocas veces he visto.
Fue un día dedicado en exclusiva a la isla de La Graciosa. Pero aún quedaban cosas en Lanzarote, y así nos acercamos en una nueva etapa a la Casa Museo de César Manrique.
Construida sobre cinco burbujas de lava, es un lugar donde ninguno de nosotros rechazaríamos vivir. El artista se construyó la casa a medida como su propia vivienda, y lo hizo a lo grande.
Allí no sólo se puede ver la casa, sino que ahora está convertida en un museo de pintura y escultura. La colección es relativamente pequeña, pero contiene algunos nombres como Picasso o Miró que nos dicen que el nivel es alto.
Y para terminar, una vista de Arrecife, la capital, donde se ubica el único edificio alto de la isla -un hotel- y donde acaba nuestra visita a este lugar único.
Espero que os haya gustado.
Saludos.