Yo soy de Simca 1200 familiar. Me lo compró mi padre por 100 mil pesetas en el memorable año 86, poco antes que nos dieran las olimpiadas. Yo por entonces estudiaba arquitectura en la ETSAB, arriba de la diagonal. El tío que nos lo vendió me dejó el depósito de gasolina lleno de cojinetes de un tapón de depósito reventado y, cada vez que uno de esos cojinetes me tapaba la boca del macarrón que iba desde el depósito al carburador el coche se paraba. Me acuerdo de una vez que lo hizo justo arriba de la antigua plaza de las glorias, en Barcelona, justo donde se juntaba el mogollón de la gran vía y el de la diagonal; yo de novato, el coche parado y toda la jauría a mi alrededor. No me atreví ni a bajarme...
Cuando mi padre se enteró que el tío aquel sabía lo de los cojinetes y no le había dicho nada, quería matarlo.